Naia, esta misma noche, se habría tirado por su balcón.
Simone habría eclipsado totalmente a todo lo que quedara vivo de ella, y de mí.
Trece se habría dedicado a esconderse por los rincones, arrugando la nariz y poniendo cara de pocos amigos.
E Ifrit se habría quedado permanentemente observando el cielo desde el balcón, por donde se podría ver el leve esplendor del recuerdo de su pequeña.
Pero nada de eso ha ocurrido.
En mi mente queda el recuerdo de lo que fue, de lo que dolió, de lo poco que sonreí en aquellas fotografías, de los sueños rotos y la desesperación... y ahora me oigo a mí misma reír con todos los dientes, recorrer arboledas mágicas seguida por pequeñas criaturas felinas, salir al balcón despreocupada, y creo que camino mejor.
Aunque siga cojeando de la misma pata, y mi sonrisa siga siendo torcida por las noches, de madrugada.
Feliz 2010.