Toda una vida de lágrimas
Cede a la locura y luego calla
Cede a la locura y luego calla
Por amor a un día
que jamás
volverá
volverá
Naia ha vuelto a casa con las primeras luces del día, y desde el balcón ha visto un gigante de reojo que venía de tu casa. Incluso lo ha intentado dibujar.
Y se ha puesto a recordar, a mirar, a leer... se le ha pintado una sonrisa de oreja a oreja. Una sonrisa de las que lloran por dentro, de las que duelen.
Como bien dices, somos unos nostálgicos sin remedio.
Pero siempre puede traer algo bueno.
Recordar cosas no tiene que doler. Entiendo que pueda, pero no debería.
ResponderEliminarAsí que sí: hay que mirar adelante, con optimismo, y pensar que algo bueno puede venir.