Otra vez aquella sensación.
Tan estúpida... tan usada...
-¿Sabes? Tenías razón. Los imanes se acaban separando a golpes.
Ifrit la miró, pero no la compadeció.
Sabía que aun no había encontrado a la persona adecuada, alguien que no la hiriera ni la cautivara con palabras vacías, pero su niña seguía jugando, inconsciente.
Una, y otra, y otra vez, arriesgándose a mirar hacia el abismo, muriendo un poco más por dentro, hasta que solo quedara vacío.
Y por más que se lo repitiera, ella seguiría jugando.
Seguiría necesitando a alguien que posara las estrellas en sus ojos.