¿Sabes que los guardo? Cada mensaje que me enviaste de madrugada. Apuntados en papelitos, uno dentro de otro, hasta formar un pequeño paquete que encierre los recuerdos.
Y de vez en cuando, los despliego y los leo, y recuerdo lo soberanamente estúpidos que fuimos.
Sí, estúpidos.
Los dos.
Y al final, lo que creí que jamás podría suceder, ha pasado. Mi corazón ya no se acelera al verte -al menos no como antes. Esto es lo que hemos conseguido después de tantos años...